martes, 30 de agosto de 2016

El único torero en la historia que mató a dos toros homicidas: el que mató a Paquirri y el que lo mató a él. EL YIYO.

Tal día como hoy, un 30 de agosto de 1985, José Cubero "Yiyo" toreaba en la plaza de Colmenar Viejo, él no estaba en el cartel, pero parecía tenerlo malditamente predestinado, y a primera hora de la mañana del mismo día 30, le avisaban de que sustituiría a Curro Romero porque de una forma imprevista había caído del cartel, el duro lance que el destino le tenía reservado a un joven muchacho de solo veinte años. Hacía prácticamente menos de un año, cuando compartió cartel en la plaza de Pozoblanco con Paquirri, fue el Yiyo el que estoqueó a "Avispado", el toro que hirió de muerte a Paquirri. Un fuerte trance al que este torero tuvo que hacer frente, era joven, fuerte y valiente, le había perdido el miedo a la muerte, tenía la pesadilla de que un toro le arrancaría el corazón.... y en la vida, a toda pasión desmedida, le acaban rompiendo el corazón.
El Yiyo era un joven torero pero ya de gran proyección, ante tal presura de los acontecimientos, se probó por la mañana en la sastrería el traje que estrenaba aquella misma tarde, el traje de su mortaja.  Yiyo salió decidido a triunfar aquella tarde, aquella sustitución (maldita), era para él una oportunidad de oro para poder encontrar más contratos por las ferias. "Burlero" fue el último astado de la tarde, una espectacular faena realizada, a falta de la estocada; se metió a matar con ímpetu después de un pinchazo, pero aquella tarde, en la arena, la Muerte estaba sedienta y no le bastó solamente "Burlero" que también se lo llevó a él.  El toro moribundo por la mortal estocada, le metió el pitón por la axila, levantándolo y dejándolo de pie, solo dos pasos y cayó a la arena con el corazón partido por la mitad. Todos corrían con el joven cuerpo por el callejón, pero desde los tendidos ya se vio la manifestación de la muerte en aquella juvenil faz.



lunes, 29 de agosto de 2016

El Destino deshumanizó a Manolete para convertirlo en mito.


 Tal día como hoy, un 29 de agosto de 1947, Manuel Laureano Rodríguez Sánchez exhalaba su último aliento.Tal día como hoy, aquella España gris de la posguerra se vestía de luto negro, negro como el pelaje de "Islero", el astado de la ganadería de don Eduardo Miura, el astado que le ganó la batalla en el último momento de la lidia. Islero, el toro que le destrozó aquel Destino que Manolete como un Dios humanizado había manejado a su antojo. Pero así es la paradoja y el Destino le quitó la vida para el hombre se convirtiese en mito. Manolete, el hombre de figura frágil y de rostro de adolescente enfermizo, contrapuesto entre su timidez profunda y su voluntad sobrehumana de héroe. Manolete, el que subió a los escalafones de figura del toreo dándole aires renovados y frescos al toreo de aquella España gris. Manolete, el torero que le acortó el terreno al toro para llevárselo hasta su cintura a base de naturales; el torero al que todos sus coetáneos veneraban por bailar cada tarde sin escrúpulos con la muerte. Humilde hasta la médula, creador de arte que repartía por todo tipos de plazas sin hacer distinción de categorías, honrado, humano. Pero aquel 28 de agosto, en una plaza sin historia, el Destino lo batió en duelo,  cambiaron los lotes del sorteo momentos previos a la corrida, los augurios predecían el fatídico desenlace, el Destino deshumanizó a Manolete para convertirlo en mito.

viernes, 26 de agosto de 2016

¿A qué saben las lágrimas de Alberto López Simón?

A dolor, impotencia, injusticia, presión, agotamiento, miedo...Siempre se dice la frase "los toreros están hechos de otra pasta", pues no, esa frase no es real, los toreros no son más que seres humanos, seres humanos que llegan a pasar en dos horas más miedo que cualquier persona en veinte años.
En las últimas semanas, López Simón ha tenido una corrida prácticamente a diario, sin lugar a dudas es evidente el agotamiento físico de este muchacho, ¿y el psicológico? ¿alguien lo ha pensado? El exponer cada tarde su cuerpo, su vida y su alma...eso tiene un alto precio. Un torero no solo le tiene miedo al de las patas negras, el torero, que no es más que un hombre se expone ante un animal que puede acabar con su vida y ante la presión de cumplir las expectativas de los miles de aficionados que lo esperan en los tendidos. Los toreros no solo le tienen miedo a las cornadas, también a los fracasos. ¿Ha sido justa la presión mediática a la que se le ha sometido en 24 horas? ¿Es su responsabilidad la confección de los carteles?  Qué fácil es ver los toros desde la barrera...

jueves, 25 de agosto de 2016

Y hubo un día en que Joselito "El Gallo" volvió a vestir celeste y negro...

Una calusora tarde de agosto del verano de 1915; Almagro, una pequeña localidad de Castilla la Mancha acogía al "Rey de los toreros". Cientos de personas como fieles peregrinos acudieron al pueblo cercano a Ciudad Real, donde el pequeño de "Los Gallos" se encerraba con seis utreranos para él solo, seis bravos astados de la ganadería de Murube, animales entre los prototipos más grandes de la raza de lidia, seis mulatos y zaínos, voluminosos y de morrillos desarrollados, de extremidades fuertes y potentes, esperaban para ser lidiados aquella tarde de verano por Joselito "El Gallo".
Vestía para tan comprometido festejo un terno celeste y negro, al igual que había llevado dos días antes en San Sebastián donde anteriormente también se había encerrado con otros seis toros. Pues el pequeño de los "Gallos" guardaba en el armario un trajecito celeste con alamares negros que solo sacaba en contadas ocasiones, para aquellas comprometidas tardes que la ganadería o el paseíllo en solitario lo exigía. El terno a la antigua usanza, celeste con alamares de seda negro que estrenó un año antes en una "miurada" en el coso del Baratillo, en un mano a mano con Belmonte. ¿Cómo no lo iba a usar en esta tarde del verano del 1915?...Que acabó convirtiéndose en la "Semana Grande" de la historia del legendario Joselito.
El preámbulo a aquella gran tarde fue el recibimiento por verónicas que le dio al primero, que si bien fue lanceado en varas, hasta ovacionados fueron los banderilleros, y para rematar la espectacular faena de muleta, culminó con un soberbio volapié, dos trofeos y solamente había lidiado al primero.
En el segundo se ganó a todos los tendidos, con una faena con tres naturales, cinco más de rodillas y tres molinetes y una estocada hasta la empuñadura, de la que rodó el astado. Había terminado con el segundo y ya llevaba cuatro trofeos "El Rey de los toreros".
Tres caballos mató el tercer bravo ejemplar de la tarde, al que Joselito entendió bien con la zurda y con pases de todas clases, para matarlo con una soberbia estocada, otros dos trofeos en el ecuador de la tarde que ya sumaban seis. Al cuarto hasta banderilleó como hizo también con el quinto después de un sublime recital. Algo más le costó matar ya al último de la tarde, pero contando con un total de ¡nueve trofeos! El público extasiado le dieron su merecimiento de rey y una gran multitud acompañada de varias charangas llevaron a hombres al chico de los "Gallos" hasta la misma fonda donde se hospedaba "El Rey de los Toreros" vistiendo su trajecito celeste con alamares negros.


martes, 23 de agosto de 2016

Una oreja para un picador!!! Inédito tercio de varas!!!

 Tal día como hoy, un 23 de agosto de 1886, se daba una de las cuatro corridas establecidas para la Semana Grande de Bilbao, con un cartel encabezado por Salvador Sánchez "Frascuelo", José Campos "Cara-Ancha" y Luis Mazzantini con toros del Duque de Veragua, de aleas, del Marqués de Saltillo y de Don Joaquín Pérez de la Concha.
Las lluvias vizcaínas habían deteriorado mucho el piso, pero se vieron obligados a continuar con el festejo; pero tal inconveniente no impidió que la lidia de aquella tarde fuera un total espectáculo.  Frascuelo y Mazzantini obtuvieron un trofeo cada uno del cuarto y sexto toro respectivamente.
Una lesión de uno de los picadores de Mazzantini, hizo que lo sustituyese un picador de la cuadrilla de Salvador Sánchez, "Agujetas", de nombre Manuel Martínez Riesgo. Este picador salió a picar al tercer toro de la tarde, nada que ver con la protección que llevan hoy en día, el caballo sin peto ni calzona y el picador sin mona.
Con temple, despacio y con gran decisión fue el "Agujetas" moviendo el caballo provocando la acometido del toro, un bravo ejemplar del Duque de Veragua, que llegó a recibir hasta quince puyazos sin disminuir en absoluto su indiscutible bravura. La manera de llevar a cabo el tercio el "Agujetas", y la belleza del lance de varas del astado y el picador, provocaron  una unísona emoción de todos los presentes allí aquella tarde de agosto, desde los tendidos comenzaron a caer prendas de ropa junto a una gran ovación a Manuel Martínez Sánchez, por lo que la presidencia le otorgó un trofeo por la excelentísima ejecución del tercio de varas al varilarguero. Por lo que el "Agujetas" dio una triunfal vuelta al ruedo luciendo su inesperado trofeo. Esta faena del picador madrileño quedó para la historia de la tauromaquia.

viernes, 19 de agosto de 2016

El primer tercio: La suerte de varas.


Con un pañuelo blanco y el correspondiente toque de clarines, da el presidente paso a los picadores. El picador que va a picar se coloca enfrente de chiqueros al otro lado del ruedo sin sobrepasar en ningún mometo las dos líneas blancas que hay señaladas en el ruedo, a excepción de la Real Maestranza de Sevilla donde son rojas y pintadas a pulso; mientras que el otro se queda en la misma puerta de chiqueros, por si el toro mansea y por querencia decide volver por donde ha entrado. 
Son tres los objetivos principales del tercio de varas, si se ejecuta bien:
1. Descubrir las condiciones del animal dependiendo la forma de embestir al caballo, si es bravo o manso, atento o distraído etc. Este tercio también le es muy útil al ganadero para determinar ciertas correcciones genéticas.
2. Ahormar al astado, restarle un poco de bravura, mediante puyazos breves y concisos, para conseguir que el toro embista sin levantar la cabeza.
3. Si las condiciones son las adecuadas es un momento para poder disfrutar de la belleza del espectáculo; si el toro se arranca con alegría galopando hacia el caballo y recarga retorciendo la cola, estamos ante un toro de inconfundible genio y bravura y más si repite sin acobardarse . Por lo que el torero tiene la obligación de saber lucir a semejante ejemplar.
También puede pasar, y pasa bastante en la actualidad, que el picador no pique justo en el morrillo del animal, sino mucho más atrás, consiguiendo hacerle daño en la columna del toro y hasta en algunos órganos, a parte de un desangrado exagerado, por lo tanto el toro llega a los otros tercios casi moribundo, sin bravura ni fuerzas para buenas embestidas. Esto ocurre también cuando el picador abusa de la puya. La puya es el instrumento que utiliza para picar al toro, es una vara de madera que remata con una puya de acero en forma de pirámide, de unos 29 milímetros de largo, después le sigue un tope recubierto de madera de 50 milímetros para terminar en una cruceta. El buen picador solo debe dar dos breves puyazos y solo con la punta piramidal de la puya, si abusa y llega hasta la cruceta, por lo general el toro perderá toda su calidad, su bravura y se debilitará en exceso, por lo tanto estaremos ante una deslucida lidia.