viernes, 25 de noviembre de 2016

Para qué vivir sin pasión.

Tal día como hoy, un 25 de noviembre de 1991, y al igual que hoy un día triste y gris, el matador de toros francés Christian Montcouquiol, conocido como Nimeño II, ponía fin a su vida ahorcándose en el garaje de su casa. Su suicidio conmovió a toda la afición, sobre todo a la francesa, quedando Nimes de amargo luto.
La muerte en la arena es algo que tienen presente todos aquellos valientes cuando se ponen el traje de luces, es la eterna compañera, a la que respetan y saben que está ahí. En una sola tarde se puede cumplir un sueño o romperse para siempre, como se le rompió a "Nimeño II" aquella fatídica tarde de septiembre dos años antes en la histórica plaza de Arles. Se le borró la eterna sonrisa al hermano pequeño de Alain "Nimeño I", cuando el astado "Pañolero" se cruzó en su destino. El toro perteneciente a la ganadería Miura, leyenda negra, acabó con la carrera taurina del diestro francés cuando le dio una voltereta tremenda y lo levantó como a un frágil muñeco. "Pañolero" tenía una cornamenta playera, la jamás vista en un ruedo francés, más de un metro de pitón a pitón.
Nimeño II se había convertido en la máxima figura y en el icono galo de la Tauromaquia. Había levantado la afición francesa, pues "Nimeño II" representaba la mitología del sacrificio taurino.
El Miura dejó al diestro postrado en una cama durante varios días a los cuales le costó sobrevivir; por su casta de torero recuperó una movilidad que se daba por imposible y prácticamente consiguió hacer una vida normal, pero no pudo afrontar su nuevo destino, un destino fuera de los ruedos, pues su brazo izquierdo no le permitía sostener los trastos.
Este mítico torero deseó morir en la Plaza de Arles, antes que verse incapacitado para torear, la vida sin la pasión de torear, no era vida para "Nimeño II".


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